Medico urólogo, oncólogo y humanista de la Universidad de Cartagena, admirador de Bolívar, pero, ante todo, sensible al dolor de sus pacientes que mitigaba con su desprendimiento por soltar la palabra estimulante y precisa que devolviera la fe perdida por la ausencia de salud y por la vida a quien, atribulado por la desesperanza, era dominado por la natural angustia engendrada por un padecimiento que maltrataba su salud.
Fluido conversador de cuánto tema cruzaba por su mente sin que dejara de lado el de la amistad que él evocaba como un apostolado, tanto como si se refiriera al familiar que, más allá de las palabras y las intenciones, el servicio a sus afectos recibió tratamiento prioritario, así como la razón de su profesión que no circunscribió tanto a las horas de estudio que le dedicó, como al interés y el tiempo que a cada uno de sus visitantes enfermos dedicaba hasta que la intranquilidad por el padecimiento se transformaba en una percepción de optimismo y sosiego que hacia desaparecer toda turbación de aquel nervioso paciente , al cual le dejaba sembrada la confianza y seguridad , no sólo por haber sido atendido por un médico, sino porque también y sin ningún esfuerzo, daba las primeras señales de que entre médico y paciente se iniciaba una relación de amistad que se nutría con cada visita , fortaleciendo la esperanza por la vida.
Aún con edad para seguir sirviéndole a la humanidad, deja este mundo con la sentida conmoción por su partida, pero con la satisfacción por parte de familiares, amigos y colegas, de haber compartido con un ser que se entregó a las responsabilidades propias de su profesión, sin miramientos discriminatorios, y a la observación de los valores sociales que lo convierten en un profesional para emular. Condolencias a sus familiares que lo lloran, sacudidos por su partida. El cielo le pertenece.